se está tornando en algo nuevo, algo extraño. no reconozco este terreno y no se como actuar ante él. es como un círculo vicioso, cuya puerta de salida no está habilitada para mi. quiero salir, pero mi inconciente solo desea adentrarse cada vez más en la oscuridad del recuerdo. me mantengo la mayor parte del día ocupada, pensando y proyectando por mi cuenta cosas que antes nuestras mentes compartían. el vacío es abismal, y aun no logro encontrar aquel antídoto reemplazador. reemplazador de tiempo. reemplazador de ideas. reemplazador de sonrisas. a mi corta edad no aspiro a mucho, ni pido demasiado. ni siquiera pretendo que se trate de una figura humana. lo único que necesito es una nueva habitación dentro de mi cabeza, donde pueda donar los pensamientos viejos y decorarla de nuevas ilusiones, no sin antes cerrar ambas ventanas cubiertas de respingadas pestañas para evitar que mi tristeza se desagüe por ahí. en situaciones como estas me siento tan pequeña que la grandeza de mis extraordinarios pensamientos me opacan. tengo una vida apacible dentro de mi cabeza que me condena al bienestar de mi inocencia. suelo zambullirme en ideas intangibles con el fin de perder no solo los estribos sino también la noción del tiempo y del espacio. los ánimos se alteran, pierdo la razón y puedo oír con claridad los susurros de las voces del pasado. de repente me siento en una encrucijada; ya no quiero que estos pensamientos enfermizos me posean. las imágenes pasan a varios kilómetros por hora, pero me son tan familiares que las puedo distinguir. extraño. pienso. deseo cosas imposibles, como cortar mi mente en pedacitos y eliminar de ella todos mis remordimientos. me arrepiento. mi instinto homicida me obliga a saltar, y para eso procedo a abrir ambas ventanas. ya es tarde, la tristeza no ha tardado en derramarse.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario